Andalucía ha sido tradicionalmente una
tierra propicia al tópico. Sobre ella ha pesado la descripción, un tanto
manida, de ser una región carente de industria, anclada en el campo y consumida
en el atraso. Con base en el escaso desarrollo de su sector
secundario a finales del siglo XX, ha cundido la idea de que esa coyuntura se
ha perpetuado a lo largo de su historia. De manera que podríamos decir,
siguiendo a Rafael Castejón, que las consecuencias históricas se han confundido
con la historia en sí.
Lo cierto es que Andalucía no experimentó
-al menos, no en su conjunto- una Revolución
Industrial propiamente dicha, a la inglesa. Sin embargo, ello no implica
que durante los siglos XIX y XX no tuvieran lugar numerosos cambios e intentos
de industrialización, algunos más afortunados y otros menos, pero todos relevantes
en la configuración de la región y la sociedad andaluzas. Como consecuencia, los
paisajes de la industrialización en Andalucía son, por encima de todo, diversos,
plurales; de ahí su riqueza. Comprenden las actividades mineras, metalúrgicas y
siderúrgicas; la producción y el almacenamiento de alimentos; las
construcciones metálicas y mecánicas; la fabricación de herramientas, tejidos y
otros objetos de consumo; la construcción naval y la pesca; las obras públicas
y las infraestructuras hidráulicas; la industria química; la fabricación de
cementos, materiales constructivos, cerámicas y vidrios; la generación y
distribución de energía; los ferrocarriles y el transporte; la vivienda; los
espacios de distribución y consumo de bienes; los de socialización, educación,
religión, cultura, deporte y ocio; o las huellas en el medio ambiente; entre
tantos otros aspectos. No pretendemos describir aquí todas y cada una de las
realidades que componen el patrimonio de la industrialización andaluz. Basten
unas notas muy breves sobre dos de sus sectores dominantes: minero-metalúrgico
y agroalimentario.
Pocos territorios pueden hacer gala de un
repertorio más amplio de activos mineros que Andalucía. Sus depósitos encierran
buena parte de los metales usados por la humanidad, así como combustibles
fósiles y otros recursos. Tanto es así que la historia de esta región está
íntimamente ligada a la de sus explotaciones mineras y a los distintos pueblos
que, desde el Calcolítico hasta nuestros días, se trasladaron a estas tierras
atraídos por su riqueza en metales. Riotinto, seguramente el ejemplo más conocido, es buena
prueba de ello. En aquel lugar las huellas de la explotación inglesa se solapan
sobre las de otras fases históricas -muchas veces, borrándolas-, formando, junto
con el singular medio en el que se encuentran, un conjunto de valor universal. Más
allá de Riotinto y la gran cicatriz de Corta Atalaya, el patrimonio minero
andaluz se extiende por el resto de la Faja Pirítica Ibérica, por el Alquife
granadino, por los numerosos criaderos metálicos de Sierra Morena, por sus
cuencas carboneras o por la menos conocida Sierra Almagrera, entre tantos otros
lugares.
Conducción de humos de la fundición de piritas de Riotinto, Huelva (J.M.
Cano)
Estrechamente ligadas al sector minero, siderurgia
y metalurgia jugaron asimismo un rol decisivo en la industrialización andaluza,
a pesar de que, como en aquel, las iniciativas más importantes correspondieron
a emprendedores extranjeros. Piénsese, por ejemplo, en los hornos altos
malagueños, las fundiciones de plomo linarenses o el amplio conjunto industrial
de Peñarroya-Pueblonuevo. Este último, levantado por la francesa Société Minière et Métallurgique de Peñarroya desde finales del siglo XIX, es buen ejemplo de un centro de producción
integral y autónomo diseñado para un completo aprovechamiento de los recursos
del territorio. También, una clara muestra del colonialismo económico
característico de la época. Hoy constituye uno de los yacimientos industriales
más importantes de Europa, así como uno de los más maltratados.
Desplatación, en el cerco industrial de Peñarroya-Pueblonuevo, Córdoba
(J.M. Cano)
Por su parte, la tradicional preponderancia
del campo en la economía andaluza también tuvo un marcado peso en la
configuración de su paisaje industrial. Molinos y fábricas de harinas y pastas;
lagares y bodegas; mataderos; almazaras; destilerías y fábricas de cervezas y
gaseosas; salinas, almadrabas y conserveras; fábricas de azúcar, salsas y
dulces salpican toda la región, dando buena cuenta del potencial del campo
andaluz y de la diversidad de la dieta mediterránea. El patrimonio agroindustrial
de Andalucía es, ciertamente, muy amplio. Uno de sus ejemplos más singulares tal
vez sea el constituido por el conjunto de trapiches, ingenios y fábricas dedicados
a la fabricación de azúcar de caña en la Costa del Sol Oriental, que no puede entenderse
sin el marco litoral en el que se desarrolla, el paisaje social de la zafra y
la cultura propia de los colonos agroindustriales.
Una maceta con forma de pan de azúcar en Frigiliana, Málaga (Mª A.
Medina)
Más allá de la producción y sus medios de
distribución y consumo, el paisaje de la industria debe ser entendido como un escenario
fundamentalmente humano. Hablamos de espacios de labor. Es decir, de lugares de
tensión y confrontación donde las personas se enfrentan entre sí, con la
máquina y con el tiempo, como brillantemente defiende Julián Sobrino. Los
espacios de la producción constituyen un elemento fundamental para entender la sociedad
actual, pero no son menos importantes las zonas de vivienda y esparcimiento, o las
infraestructuras destinadas a la educación, la sanidad o la religión. De nuevo,
Andalucía posee un amplio catálogo patrimonial al respecto. Un patrimonio
muchas veces aún vivo, que rebasa lo material -archivos y fondos documentales inclusive-
y se expande por las tradiciones, las costumbres y la cultura del trabajo. En
definitiva, un legado que es necesario comprender, difundir, preservar y
activar.
Casa de mis abuelos en la barriada obrera Electromecánicas III, Córdoba
(J.M. Cano)
Para
saber más:
- CASTEJÓN MONTIJANO, R. (1977): Génesis y desarrollo de una sociedad mercantil e industrial en Andalucía: La Casa Carbonell en Córdoba (1866-1918), Córdoba.
- NADAL i OLLER, J. (1983): “Andalucía, paraíso de los metales no ferrosos”. In: DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. (Dir.): La Andalucía Contemporánea (1868-1983), Historia de Andalucía, vol. VII, Madrid, pp. 179-240.
- PÉREZ PLAZA, A. (Coord.) (2008): El paisaje industrial en Andalucía, Jornadas Europeas de Patrimonio 2008, Sevilla.
- SOBRINO SIMAL, J. (1997): “Balance de la situación del Patrimonio Industrial Andaluz”, PH Boletín 21, pp. 130-136
- SOBRINO SIMAL, J. (1998): Arquitectura de la industria en Andalucía, Sevilla.
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