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miércoles, 22 de enero de 2014

DIARIO DE UN VIAJERO: Rosana y Navidad



Dicembre de 2013

Rosana en verano (diciembre) es una especie de paraíso sofocante habitado por personas cálidas. Un pequeño pueblo de frontera entre los estados de São Paulo y Mato Grosso do Sul, más cerca de Paraguay que de Campinas, donde vivo (a quince horas en autobús, concretamente). Imparto un par de clases en el campus de Primavera.

Después de comer, mi colega Ewerton y yo nos asfixiamos en un coche sin aire acondicionado en busca del Paraná. El baño es reponedor. Estimula pensar que las aguas en las que flotamos seguirán su curso hasta alcanzar el Río de Plata y cruzar Argentina. Lástima que no podamos alejarnos demasiado de la orilla. Hay que estar atento a las rayas.

Vuelta a Campinas, y Agustín. Un canario al que conocí de casualidad. Me pasaron su teléfono y le escribí por si le apetecía tomar algo. Al poco tiempo (¿una semana?) fui testigo en su boda. Después (¿otra semana?), su compañero de piso. Dejaba la pousada de Barão Geraldo (un cocherón, realmente) y me mudaba a su condominio fechado. Así es como vive la clase acomodada brasileña, en lujosos residenciales privados defendidos como castillos del siglo XXI: pase el índice de su mano izquierda por el lector para abrir el portón; el de la derecha para avisar a seguridad si está siendo atracado.

Pero eso no es Brasil. O es sólo un Brasil. El minoritario. El que quiere parecerse a Europa. El verdadero Brasil, el sudamericano, el que mira a Brasil, lo descubrí en los bares de esquina. Tascas descuidadas y sucias donde nunca te darán una cerveza que no esté completamente gelada. Un Brasil globalizado, claro, pero donde pocos cambian su zumo natural o refresco de guaraná por una cocacola, y donde las franquicias se atrincheran en los centros comerciales ubicados en las afueras. Un Brasil de ciudades concurridas que huelen a carne a la brasa por los cuatro costados (las barbacoas se improvisan en cualquier rincón) y en el que los comerciantes anuncian sus ofertas con megáfonos mientras los vendedores ambulantes exhiben con total impunidad sus productos falsificados.
Descubrí también, con Agustín, el Brasil noctámbulo, que pasa la noche de los fines de semana bailando al compás de la repetitiva (con perdón) música sertaneja, o que vibra endemoniadamente en los clubes de funk, el ritmo preferido de las favelas. Que sensación tan extraña, la primera vez: ser prácticamente los únicos blancos en un local nocturno abarrotado de gente que se mueve como accionada por corriente eléctrica. Zapatillas de deporte, cadenas y gorras parecen ser parte del uniforme recomendado. Nosotros, con nuestras bambas, vaqueros y polos informales, somos dos bichos raros; suerte que el cacheo en la puerta es exhaustivo y que los travestis acaparan casi toda la atención.

Navidad. Agustín vuelve a España, y yo a Barão.

El 24 por la tarde llego a São Paulo. Ewerton me ha invitado a pasar las fiestas con los suyos. La primera parada es Interlagos, donde comemos copiosamente en casa de sus abuelos, un par de calles por debajo del famoso circuito de carreras. La familia de mi amigo vive en un área popular, realmente muy humilde. En los barrios obreros la autoconstrucción imprime a la ciudad una imagen variopinta, pero también un poco decadente. En la calle los niños juegan descalzos al fútbol. Hay gente que descansa tumbada en la acera y el cielo está poblado de cometas.
La familia de Ewerton es encantadora, acogedora, generosa. Sus vecinos también. La comida, abundantísima. La Navidad se celebra como Fin de Año; tal vez más enérgicamente. A las doce de la noche nos felicitamos, estallan mil petardos y comienza la cena, aunque para entonces yo ya estoy servido. Las partes traseras de las viviendas comunican y la gente va de un lado para otro, convidando, festejando. Hago mi propia ruta sin itinerario. Una cachaza por aquí, una pinga por allá, una caipirinha por acullá (¡vaya, la de kiwi es muito boa!). A dormir y vuelta a empezar (es una celebración 24h).
La cocina, como anoche, sigue repleta de fuentes de comida. Desayunamos y el padre de Ewerton saca de la nevera un par de cervezas. Serán las diez de la mañana. Poco a poco van llegando familiares y el tráfico de vecinos vuelve a fluir. Carne asada, dulces, bebidas y mucha buena gente.

La experiencia me ha encantado y repito en Nochevieja, ahora en casa de unos tíos (carne asada, dulces, bebidas y mucha buena gente). Todos hacemos noche allí. A mí me toca el suelo de la cocina, que comparto con el padre de familia. Soy el invitado de honor y se nota: hay gente durmiendo en los coches y al raso en las hamacas de la terraza.
Otra celebración 24h. Toca descansar.


Hace cuatro meses que llegué a Brasil. He aprendido algo de portugués, he saboreado frutas y raíces tropicales, he hecho nuevos amigos, me han despertado las maritacas y me he acostumbrado a correr esquivando tupinambis. He visto moscardones (o lo que sea que fuera aquello) del tamaño de un paquete de tabaco y me han picado decenas de mosquitos Aedes; he machacado a otros tantos y, de momento, he conseguido esquivar el dengue. He comido manjares por dos duros en la calle y he calmado la sed con cocos y jugos de caña con lima. He conversado, he disfrutado de mi tiempo en los bares de la gente humilde y también lo he matado en los shoppings de la clase media-alta. He viajado, he aprendido, he enseñado, he disfrutado, he vivido.
Y me he acordado de ti, cada día.


Maritacas en São Paulo



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito todo lo que dices, me he emocionado Juanma.
Sigue disfrutando de la experiencia.
Esperanza

Ciudadano dijo...

Muchas gracias Esperanza. Disfruta tú también de la tuya, que no entiende de fronteras.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Interesante crónica viajera, Juanma. Lástima no ser ya joven para intentar irse por el mundo y conocer a muchos otros seres magníficos con los que estamos embarcados en el mismo planeta y en el mismo tiempo.

Saludos.

José Antonio

Ciudadano dijo...

Muchas gracias por tu precioso comentario, José Antonio.
Un abrazo

Unknown dijo...

¡Me encanta tus comentarios Juan! Por instantes me siento más cerca de mi tierra. Disfrútalo mucho!! No olvides de aprender la samba también.

Abraços,

Patricia Lopes

Smile dijo...

Pronto te despertarán otras maritacas :) Pero no mucho, te lo prometo.

Ciudadano dijo...

Muito obrigado Patrícia. Eu fico muito feliz de saber que você gosta do meu textinho. Ainda não aprendi a sambar, mas eu acho que já sei como fazer caipirinha ;-)
Abraços.

Ciudadano dijo...

Bendita duermevela Smile, sacrifico gustoso la siesta :-)

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