El museo de las pipas de arcilla de Broseley (Inglaterra) es
una cápsula del tiempo. Se ubica en los antiguos The Crown Pipeworks,
que se instalaron en el último tercio del siglo XIX sobre un par de casas rurales
de ladrillo. Allí se fabricaban, con un sistema semi-mecanizado, las famosas broseley, en las que fumadores de todo
el mundo quemaron su tabaco durante décadas. En 1960 echaron el cierre.
Los fragmentos de pipas broseley son un elemento común en numerosos yacimientos del mundo.
Los años pasaron mientras las antiguas mesas de trabajo
contemplaban en silencio la vida secreta del polvo. En los ochenta, los
talleres ganaron protección administrativa por parte del English Heritage. En los noventa, el Ironbridge Gorge Museum Trust adquirió
el conjunto dispuesto a integrarlo en su red de museos. La intervención
realizada fue excepcional. Un equipo de arqueólogos y otros especialistas
desarrolló un registro exhaustivo del local, de sus espacios y objetos. La
vieja y polvorienta fábrica de pipas reabrió sus puertas con modificaciones
mínimas. Todo permaneció en el lugar exacto en el que fue encontrado. Incluso aquellas
piezas que, en principio, parecían no formar parte del discurso.
Parte del material de registro elaborado durante las campañas arqueológicas de los años noventa.
Broseley Pipeworks es un lugar místico. Un lugar donde el
tiempo se mide con otras escalas. Un museo único que vale la pena conocer. Sin
embargo, como museo presenta, en mi modesta opinión, dos características sobre
las que es necesario discutir, problematizar.
La densidad del tiempo en Broseley Pipeworks.
La primera de ellas es que el museo no es accesible. La idea
matriz de respetar al máximo el conjunto original se traduce en muchas cosas
maravillosas, pero también en el hecho de que solo las personas con una buena
condición física pueden acceder a él. No hay espacio para gentes con movilidad
o visión reducida, por ejemplo. Entiendo que los museos (incluso los privados,
como es el caso) deben promover la construcción de una sociedad más integradora
y democrática. Broseley Pipeworks es,
en este sentido, excluyente. La discusión que planteo, por tanto, es la
siguiente: ¿qué deberíamos valorar más: los criterios de autenticidad (respeto
absoluto al original) o los de accesibilidad (democratización del patrimonio)?
Uno de los accesos al interior de los talleres.
La segunda cuestión no es menos polémica. Broseley Pipeworks es un museo que conmemora el consumo de tabaco.
El discurso está centrado en la producción de pipas de arcilla. O sea, al museo
le interesa mostrar los procesos de fabricación de pipas en el pasado, sobre
todo desde un punto de vista técnico o industrial. Hay también algunos
contenidos sobre la imagen del tabaco en la sociedad decimonónica.
Mesa de trabajo in situ, como parte de la expografía.
Aun cuando los objetivos del museo son otros, en nuestra
opinión falta una exposición clara de los perjuicios derivados del consumo de
tabaco. No hay voz para las miles de personas que a lo largo del tiempo han
perdido la vida por el hábito de fumar; algunas de ellas, tal vez, usando una broseley. Un museo es una institución
que por definición tiene un compromiso con la sociedad. En ese sentido, creo
que Broseley Pipeworks debe ser más
contundente en su condena al tabaco, o al menos en recordar sus peligros. La problematización,
en este caso, es la necesidad de repensar y ser más responsables con el uso del
pasado que hacemos en el presente, ya sea de manera activa o pasiva.
Una de las propuestas de actividad infantil del museo.
En fin, Broseley
Pipeworks es un lugar y un museo que recomiendo totalmente visitar. La
experiencia no deja indiferente a nadie. Y da pie a interesantes y
constructivas discusiones.
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