Pese a las denuncias de la Asociación Vasca de
Patrimonio Industrial, AVPIOP-IOHLEE, continúa el
expolio patrimonial y el desastre medioambiental en la
Babcock Wilcox de Sestao-Trapagaran.
Han transcurrido meses de expolio y desvalijamiento en la Babcock
y semanas desde las denuncias de la AVPIOP-IOHLEE y, ni la
propiedad ni las administraciones ponen coto al desastre. AVPIOP-IOHLEE se ha dirigido por escrito al administrador concursal, a los
alcaldes de Trapagaran y Sestao; a este último también en calidad
de presidente de IBAR ZAHARRA, así como a los políticos
responsables de las restantes sociedades públicas accionistas de
IBAR ZAHARRA, al Subdelegado del Gobierno, a la Consejera de
Desarrollo Económico y Competitividad y al Diputado Foral de
Promoción Económica, sin que hasta hoy se hayan paralizado los
actos de pillaje patrimonial.
Hasta tanto no se pronuncie el Departamento de Cultura del G.
V., la Babcock debe preservarse. Es patrimonio, no ruinas.
La Asociación Vasca de Patrimonio Industrial, AVPIOP-IOHLEE,
solicitó por escrito en 2010 al Departamento de Cultura la incoación
de expediente de declaración de Bien Cultural, ante el inminente
cierre de la factoría. En abril de 2014, las Juntas Generales de
Bizkaia instan a la Diputación Foral a interesarse ante el Gobierno
Vasco para que estudie su protección “a fin de garantizar su
conservación dentro de nuestro patrimonio industrial”, y el
Parlamento Vasco insta al Gobierno Vasco para que estudie y
apruebe la protección del patrimonio industrial para “garantizar su
conservación y puesta en valor”. AVPIOP espera un pronto
pronunciamiento, pero en tanto no se produzca este, la Babcock
debe mantenerse en pie, preservándose todos sus valores
patrimoniales, para no dar lugar a una situación irreversible.
Incluimos aquí la valiosa escultura de Ibarrola Hombro con hombro.
No podemos admitir que, como nos dicen, nada se pueda hacer
y que debamos dar por irremisiblemente perdido nuestro
patrimonio.
No es admisible que en un moderno Estado de Derecho la
ciudadanía deba resignarse a la impunidad. La Babcock tiene un
propietario, un administrador concursal; está situada en los términos
municipales de dos importantes ayuntamientos, Sestao y
Trapagaran y, desde hace años, sobre sus terrenos actúa la
sociedad pública IBAR ZAHARRA formada por las administraciones
estatal, vasca, foral y municipal, presidida por el alcalde de Sestao.
No es posible admitir que nadie tenga ninguna responsabilidad
sobre lo que está sucediendo, directa o subsidiariamente.
Al ciudadano que debe cumplir la exigente legislación
ambiental y de salud sobre residuos tóxicos –y el amianto lo
es– parece mostrársele que existe un modo rápido, eficaz,
económico y no castigado de incumplir la ley.
Durante meses, decenas de trabajadores han desmantelado, a
plena luz del día y con importantes medios mecánicos, las
instalaciones de Babcock, fundamentalmente las centenarias y
valiosas cerchas roblonadas de la cubierta que soportan las placas
de Uralita, posiblemente con amianto, las cuales han sido arrojadas
desde la altura y trituradas en la manipulación, corte y transporte,
sin que ningún organismo haya mostrado preocupación, que
sepamos hasta hoy, por lo sucedido. Cuesta creer que se trate tan
solo de abandono y desidia.
Lo innovador, lo sostenible, lo civilizado, es mantener las
edificaciones industriales más significativas, otorgándoles
nuevos usos. La naves fundacionales de Babcock son sólidas,
deben conservarse y reutilizarse.
Los expolios nos están privando de los componentes metálicos de
las naves. Se pierde con ello en parte el valor de autenticidad que
estas poseen. Pero las sólidas estructuras de pórticos de hormigón armado –uno de sus valores– permanecen, así como sus
cerramientos de albañilería. La propiedad debe asumir el costo de
recuperación que su negligencia conlleva. Los ayuntamientos de
Sestao y Trapagaran deben reivindicar y planificar la permanencia
–junto con todas las nuevas edificaciones que pronto comenzarán a
levantarse en sus inmediaciones– de estas sólidas, vacías y
patrimonialmente valiosas arquitecturas, casi centenarias, que
contribuirán tanto a preservar la memoria del lugar como a cualificar
urbanísticamente un entorno que mira hacia el siglo XXI. La
sociedad pública IBAR ZAHARRA debe ofrecer a la ciudadanía de
estas dos poblaciones y a la sociedad vasca, una política de
regeneración modélica que incluya la preservación y reutilización
del patrimonio que aún nos queda, las oficinas y las diez naves, que
aún no han sido demolidas. No es imposible, es sencillo: una de las
empresas vascas mas valoradas, la CAF, puede producir hoy los
más innovadores proyectos ferroviarios en naves históricas; y en
Bilbao, el primer edificio industrial de hormigón armado, la fábrica
Ceres de 1899, hoy alberga viviendas. No deben utilizarse los
recursos públicos en derribar para volver a construir.
Bilbao, Bizkaia, Euskadi, se identifican con el desarrollo
industrial, vienen de un rico pasado industrial y desean un
futuro con industria. ¿Por qué derribar las huellas más
significativas de ese pasado?
La sociedad vasca no reniega de su pasado industrial. Somos una
sociedad industrial, con una cultura industrial centenaria que viene
de las ferrerías y se proyecta hacia la aeronáutica o la más
innovadora máquina-herramienta. Nuestra industria de hoy no ha
surgido de la nada. Los elementos más simbólicos de ese
importante pasado fabril, se deben preservar, porque con ellos
permanecerá viva la memoria de nuestro saber hacer. La vega del
Galindo acogió en 1918 el desarrollo de una empresa creada por
dos estadounidenses, e impulsada por emprendedores británicos y
vascos, una empresa con vocación de internacionalización. Sus
naves muestran nuestra pasada vocación industrial y merecen
alojar en ellas también el futuro de nuestra industria.
Bilbao, 6 de noviembre de 2014
(fuente: hiru.com) |
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