Por Jesús Cabrera.
La
desaparición de una empresa es siempre algo traumático. La pérdida de puestos
de trabajo, en estos tiempos, es uno de los capítulos más dolorosos que se
pueden vivir. Con el cierre de cada industria se genera un paquete de dramas
que se intentan superar de mil maneras cuando el momento no arroja luz alguna
al final del túnel. Además, en el caso del anuncio del cerrojazo de KME Locsa
se cierra también un capítulo importante en la historia del último siglo de la
ciudad. Esta industria del cobre habrá cambiado varias veces de nombre, pero
para los cordobeses sigue siendo La Letro, contracción de la Sociedad Española
de Construcciones Electromecánicas (Secem) que había que simplificar de alguna
manera. Fue la entrada -con retraso, como siempre- de la ciudad en la era
industrial moderna. Creció en las lejanías del casco urbano y dio nombre a un
barrio que forjó a varias generaciones de cordobeses orgullosos de ser de la
Electromecánicas, como Elio Berhanyer. Además, la desaparición de La Letro será
también la pérdida de la cuna donde se forjó buena parte del espíritu político
y sindical de la Córdoba actual. Numerosos dirigentes y cargos públicos de las
últimas décadas velaron sus primeras armas en las naves y talleres de la
Electromecánicas, a donde llegaban de madrugada en motillos o en el mítico
autobús de La Letro para iniciar largas jornadas laborales y de reivindicación.
Si no hay remedio, la fábrica y todo lo que significa pasará al baúl de los
recuerdos a final de junio.
Publicado en El Día de Córdoba el 12 de abril de 2011.
Vista general de la fábrica y el barrio obrero, en una acuarela de 1926.
PS: Finalmente, esta parte de la antigua SECEM ha abandonado la actividad a comienzos de octubre de 2011.
Un estudio arqueológico del complejo aquí.
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