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lunes, 16 de marzo de 2009

La fábrica de la memoria

Fotografías de Patrimonio Arqueológico Industrial (Juan Manuel Cano Sanchiz).
Espacio a_rojo, 25-03-09
Plaza Colón (junto a Ciclos Cabello), Córdoba.
http://espacioa-rojo.blogspot.com/


El peso de la industrialización en la configuración del Mundo Moderno fue decisivo, estableciendo un dilatado punto de inflexión que dio lugar a uno de los “antes y después” más marcados de la historia universal. Los testigos de este proceso –que van mucho más allá de las fábricas y las minas- son, por tanto, un documento histórico de gran valor (vid. La voz del vapor), amén de una seña de identidad. En este sentido, el Patrimonio Arqueológico Industrial se convierte en un elemento de importancia fundamental para entender las ciudades y sociedades contemporáneas.


Centrale Montemartini (Roma, 1912) -hoy subsede de los Museos Capitolinos-

Los espacios urbanos del siglo XXI conservan, en general, un volumen muy importante de su Patrimonio Arqueológico Industrial, lo que se debe, entre otras muchas causas, a la proximidad en el tiempo entre el presente y la era industrial. Lamentablemente, la gran cantidad de estos elementos patrimoniales que ha llegado hasta nosotros juega en contra de su conservación -dificultades de gestión, sobrecarga económica, etc.-, a lo que debemos sumar -en demasiadas ocasiones- la falta de sensibilidad y de toma de conciencia hacia los mismos.


Central Eléctrica del Mediodía (Madrid, 1901) -actual sede Caixa-Forum Madrid-

La solución pasa, en la mayoría de los casos, por reutilizar las construcciones industriales obsoletas para permitir su salvaguarda, dando nuevos usos a estos viejos edificios. Ante los problemas administrativos y económicos que genera la conservación de este particular patrimonio, la adopción de nuevos usos -o la perpetuación de los antiguos- aparece a menudo como la única alternativa posible para poner en marcha, una vez más, estos espacios de trabajo en el abandono: Fábricas de la Memoria, un lugar para almacenar nuestra historia más reciente.


Matadero Municipal de Madrid (1910-1925) -Proyecto MataderoMadrid, espacio de uso multicultural-

Para más información sobre reutilización del patrimonio arqueológico industrial vid.: La Fábrica de la Memoria

domingo, 1 de marzo de 2009

La palabra pintada, de Tom Wolfe (1989)


Francamente, hoy en día, sin una teoría que me acompañe, no puedo ver un cuadro”.

Con esta sencilla afirmación Wolfe resume magistralmente el problema (o descubre el quid de la cuestión) del arte contemporáneo desarrollado a partir de los ismos. El arte como una actividad puramente intelectual es algo que está presente en el pensamiento de Wolfe, pero él va más allá y sitúa el peso de la creación artística en los mecanismos propios del intelecto, en pensar y razonar la obra, en justificarla racionalmente; es decir, en dotarla de una teoría artística. Tanto es así que Wolfe incluso se refiere -siempre desde su tono irónico- a las propias obras de arte (en el sentido clásico del término) como meras ilustraciones de las teorías a las que acompañan.
En La palabra pintada se ofrece al lector una panorámica de la Historia del Arte del siglo XX - que comienza con el Cubismo y termina con el Minimal y con el arte conceptual- enmarcada por algunas notas sobre Realismo -al comienzo- y Photo-Realism -al final- (lo que establece un supuesto punto de retorno que no es tal). Wolfe hilvana los distintos movimientos de Vanguardia con su prosa amena y literaria, mostrando de un modo muy sencillo y accesible cómo van surgiendo estos distintos movimientos y cómo no suponen realidades inconexas dentro del arte de la pasada centuria.

Number 3 (Jackson Pollock, 1950).

La Historia del Arte Moderno (es decir, Contemporáneo) que Wolfe nos cuenta es un pulso continuo entre el artista (el bohemio) y su entorno: le monde. Lo nuevo adquiere para el autor un valor fundamental en el arte contemporáneo, siendo precisamente lo que se pone de moda, lo que atrae a le monde y lo que, por tanto, equivale el arte vivo de cada período. En el arte de Vanguardia un movimiento no se elimina volviendo hacia atrás, sino saltando hacia delante, hacia lo nuevo; es esto lo que acaba con lo viejo y lo sume en el olvido.
Según Wolfe, el público no juega ningún papel en el arte moderno: accede al acontecimiento artístico una vez que ya ha acaecido, por lo que su función queda limitada a contemplar y valorar (aunque su juicio pueda, para más inri, venir impuesto por la sociedad -le monde-, los pre-juicios de la tradición y los filtros de información).

La Gran Vía (Antonio López, 1974-81).

Si un nuevo estilo te turba probablemente es algo bueno. Si lo odias, tienes que admirarlo”.

Esto, que ha caracterizado la relación de le monde con el arte moderno, debe mucho a las ideas Rosenberg (todo arte nuevo resulta feo al principio). Y es que tanto Rosenberg como Greenberg, Steinberg y el resto de los grandes críticos son, según la fina ironía de Wolfe, los verdaderos protagonistas del arte moderno: es de ellos, y también de algunos artistas-teóricos, de donde procede la Palabra que los pintores ilustran.

Podemos por tanto llegar a la conclusión de que el arte es hoy, más que nunca, una actividad ejercida desde la inteligencia y materializada (aunque esto sea algo accesorio) a través de unos medios que pueden ser manuales o no. Wolfe cree en esto (y yo creo en Wolfe), en el valor intelectual de la obra más allá de su materialidad, en la obra como palabra que puede ser ilustrada, materializada, o no.
En el arte moderno la cualidad de arte pasó de estar en los lienzos a ocupar las páginas de los manifiestos de vanguardia y de las críticas de arte. La Palabra Pintada (o esculpida, construida…) es, sin duda, el signo del arte de nuestro tiempo.