En 2003 Julio Medem no dejó a nadie indiferente con el estreno de su película-documental La pelota vasca. Admirada y premiada por unos, detestada por otros, el polémico tema sobre el que trata -el denominado "conflicto vasco"- ha distraído las más de las veces al receptor (sobre todo a los medios) y ha obstaculizado una percepción limpia del film en términos de puro cine.
Y como cine -al margen de lo que cuente- la película es buena o incluso muy buena. El trabajo de montaje desarrollado por Medem en la misma es la obra de un gran creador, y pocas veces el documental ha alcanzado cotas cinematográficas tan altas (aunque ejemplos hay).
Y como cine -al margen de lo que cuente- la película es buena o incluso muy buena. El trabajo de montaje desarrollado por Medem en la misma es la obra de un gran creador, y pocas veces el documental ha alcanzado cotas cinematográficas tan altas (aunque ejemplos hay).
En la secuencia "Baga Biga Higa" las cualidades como cineasta de Julio Medem quedan de sobra demostradas. Se trata de una lección magistral de montaje, de cine bien pensado, donde, como en tantos otros filmes de Medem, la pulsión es protagonista.
Con imágenes procedentes de la tradición y folclore vascos el director monta su propio discurso, en el que para mí la lectura es clara: pulso entre el pueblo vasco y su historia (plano contra plano en el juego de la cuerda), confrontación (pelea de cabras), esfuerzo común por ir a algún sitio -pero a cuál- (carrera de piraguas en plano corto, de manera que vemos movimiento y dirección, pero no sentido) y, al final, no hay ganadores, sólo hombres derrotados por el esfuerzo y el cansancio ante un público divertido.
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